Nuestro vecino, el Pueblo Mágico de Atlixco trajo una serie de actividades dignas de un paseo familiar, con los amigos o la otra mitá, en el que destacan los anaranjados campos de cempasúchil y terciopelo, -una flor poco popular, pero para mí la más destacable de estas fechas-, un recorrido de monumentales catrinas y de leyendas en el panteón municipal y más.

La catrina simboliza a la muerte y, por lo tanto, en Día de Muertos cobra un papel importantísimo. Varios regiones se llenan de estas figuras, ya sea a través de exposiciones o desfiles. Son hechas generalmente de papel maché o cartonería. Este concepto fue creado por el caricaturista mexicano José Guadalupe Posada bajo el nombre de La Calavera Garbanzera, tiempo después sería el muralista Diego Rivera quien las bautizaría con su denominación actual: catrinas.

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La aventura inició desde la camioneta, cuando pasamos por campos coloridos, lo que me recordó porqué se conoce como Atlixco de las flores. El atardecer anunciando su salida y la naturaleza que nos avisaba lo cerca que cada vez nos encontrábamos de “la ciudad con el mejor clima del mundo” me hizo sonreír una vez más y agradecerle a la vida por dedicarme al turismo.

Frida la catrina

No hay como tal un orden para visitar las 10 catrinas monumentales, por lo que iniciamos en la catrina Frida, que hace alusión a Frida Kahlo y está ubicada en medio de un campo de cempasúchil. Aquí, a pesar de que era un jueves por la tarde, encontramos a varios visitantes y jóvenes maquilladas como catrina a las que les realizaban una sesión fotográfica.

Después nos dirigimos al centro, a unos 10 minutos aproximadamente, donde vimos a la China Atlixquense y al Charro de a pie, ya iluminados porque la noche nos había abrazado por completo. También entramos al patio del Palacio Municipal donde había una pequeña muestra de más catrinas no monumentales, sino de nuestro tamaño, que estaban dedicadas a personajes mexicanos destacados como Diego Rivera, María Félix, El Chapulín Colorado, la India María, José José, entre otros.

A pasos redescubrimos Atlixco

Continuamos nuestro recorrido más adelante, sobre la avenida Hidalgo y la 7 sur estaba El Viajero, una catrina sentada en la que podías colocarte entre sus piernas para una selfie de diez. Más adelante, pasando la Escalera Ancha y el Reloj Monumental, en la Plazuela de Fray Toribio estaba el Diablito de San Miguel, una preciosa catrina que simula al mismísimo demonio, con una pata de cabra y otra de guajolote, como, según la leyenda, luce.

El frío arreció, pero no nos impidió continuar nuestra ruta, pues llegamos hasta el Parque de la Soledad donde estaba el Tecuani, que significa “come gente”, como los ancestros conocían a los jaguares, apodo que luego usaron los nahuales para referirse a aquellos nahuales convertidos al catolicismo que los cazaban y mataban por órdenes de la iglesia.

Terminamos nuestro trayecto en la catrina del Charro Negro, ubicada en el Panteón Municipal, esta famosa leyenda poblana que seguramente un familiar, amigo o conocido ya te ha contado.

Esperemos que el próximo año este mágico sitio nos vuelva a sorprender el Día de Muertos.

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