¡Dale, dale, dale! No pierdas el tino porque si lo pierdes, pierdes el camino. Algarabía, vueltas, cantos, risas, emoción, golosinas por doquier. Tantos símbolos nos remiten a nuestra inolvidable infancia y a aquellas tradiciones que seguiremos compartiendo con nuestros hijos, nietos o los hijos de nuestros amigos y colegas. Este elemento, sin quererlo, se ha vuelto un símbolo de unidad, pues siempre está presente en celebraciones que reúnen a una comunidad. Ya sean cumpleaños, posadas o cualquier otro tipo de evento, la piñata es un símbolo mexicano reconocido de manera internacional, pero, a pesar de ser vinculado con nuestro país, uno de sus orígenes indica que proviene de tierras orientales.
Orígenes de la piñata
Tal como lo relata Marco Polo en su libro Los viajes de Marco Polo, durante las celebraciones del Año Nuevo chino, observó cómo rompían figuras en forma de buey o de vaca, cubiertas con papeles de colores y rellenas con semillas. Los mandarines las rompían a palazos, porque lo consideraban de buena suerte, y al quebrarse, les prendían fuego y las cenizas también eran paleadas por el resto de la gente. Fue este mercader y explorador veneciano quien llevó la tradición a Italia y se extendió por toda Europa, para finalmente llegar a México con la Colonización.
Para ser exactos, en el municipio de Acolman, Estado de México, los frailes agustinos evangelizaron a las comunidades originarias a través de las “misas de aguinaldo”, que luego se convertirían en las famosas “posadas”, en las que utilizaban la piñata como una representación del mal.
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Por otra parte, se dice que nuestros antepasados mayas realizaban una práctica muy parecida, pues tenían un juego que consistía en intentar romper una olla de barro, balanceada en una cuerda, con los ojos cerrados. Estos recipientes o vasijas de arcilla huecas eran rellenas de cacao, granos, frutos y se rompían en celebraciones religiosas con el fin de agradecer a las deidades la abundancia o favores concedidos.
Los aztecas también rompían cazuelas de barro, pero las llenaban de alhajas y tesoros en honor al dios Huitzilopochtli.
Arte efímero y de perfección
Existen tres tipos de piñata: la olla de barro, la de caja de cartón y la que lleva una estructura de alambre y papel maché. En México, la de barro es la más popular y la que mantiene el origen prehispánico que mencionamos en párrafos anteriores. Por eso, visitamos a Fernando Eviud Bornios, un joven artesano originario del municipio de Miahuatlán, en el estado de Oaxaca, quien desde los 13 años se dedica a elaborar piñatas de barro.
Todo comenzó cuando lo llevaban a “las piñatas”, como solían decirle a las fiestas, en las que no le importaba tanto romper esta colorida artesanía y obtener los dulces, más bien este niño buscaba los pedazos que quedaban y los reconstruía con materiales que tenía a la mano, pues sus padres eran comerciantes de piñatas y por eso sentía una atracción temprana por la elaboración de las mismas.
De hecho, sonríe al recordar esta anécdota: “Mi primer piñata la hice a los 13 años, fue un perico, lo recuerdo muy bien, no de las reconstruidas, que la hice desde cero, pero cuando regresé de la escuela resulta que mi mamá ya la había vendido porque se le acabaron y tuvo que vender la mía”.
¿Cómo hacer piñatas tradicionales?
A pesar de que su profesión es la Biología, Eviud sigue dedicándose a la elaboración de piñatas de barro porque a él le interesa preservar la tradición. Señaló que la piñata de barro, aunque algunos la consideran peligrosa, preserva de mejor manera las frutas y los dulces. Incluso, forra la olla con cinco niveles de papel para evitar que vuelen los pedazos cuando la olla es rota, previniendo así accidentes: “Mis clientes pueden verificarlo; ninguno ha sufrido un accidente con mis piñatas”.
Durante la pandemia, comenzó a utilizar materiales reciclados al elaborar piñatas, práctica que sigue realizando hasta la fecha. Eviud ha hecho piñatas de todo tipo, ¡hasta para despedida de soltera! Y en todas utiliza papeles de buena calidad, que le salen un poco más caros, pero el resultado lo vale totalmente. Igualmente, nos recomendó “saber combinar los colores”, un consejo dirigido hacia artesanos de piñatas que apenas van comenzando.
Eviud también se ha tenido que adaptar a la demanda, utilizando materiales no biodegradables en los modelos que le piden como fomi, y elaborando piñatas que no son de barro.
El artesano definió su hobbie como un “arte de perfeccionismo y efímero”, pues nos confesó que lo que más le duele es que todas sus creaciones son destruidas.
Por último, Eviud nos platicó que uno de los principales problemas que enfrenta en este oficio es el regateo. Por eso, te pedimos que valores el trabajo artesanal, que, en verdad, es tardado y minucioso, pagando por una piñata el precio justo, así como buscar preservar esta bella tradición mexicana, adquiriendo una piñata de barro con él.
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