Por Alejandro Cañedo
¿Te has preguntado por qué San Miguel de Allende es tan famoso fuera de México? ¿Por qué tantos norteamericanos deciden pasar ahí sus fríos inviernos o, incluso, mudarse de forma permanente a este rincón apacible del Bajío mexicano? ¿Qué hace que sus calles adoquinadas, sus casas color ocre, sus restaurantes y galerías estén tan orientados al visitante extranjero, al grado de escuchar más inglés que español en algunas esquinas?
El ritmo de una ciudad viva
La respuesta no es sencilla, pero sí muy clara: San Miguel de Allende no es solo un destino turístico; es un estilo de vida. Para muchos extranjeros, especialmente estadounidenses y canadienses, este lugar representa un equilibrio perfecto entre belleza, historia, clima agradable, seguridad relativa, calidad de vida y una comunidad acogedora. Lo que en algún momento fue un refugio para artistas y jubilados se ha convertido en una ciudad vibrante, cosmopolita y culturalmente activa, sin perder su esencia mexicana.
Desde mediados del siglo XX, artistas, escritores y bohemios empezaron a llegar atraídos por la arquitectura, el bajo costo de vida y el ambiente sereno. Con ellos vinieron las escuelas de arte, los cafés, las galerías y, eventualmente, las inversiones en bienes raíces. San Miguel supo conservar lo suyo mientras abrazaba lo del mundo.
El corazón del Bajío
San Miguel de Allende, en el corazón del Bajío, fue primero conocida como San Miguel el Grande. Hoy, sigue siendo grande para todos los que la descubren. Sus calles empedradas llevan a uno de los íconos arquitectónicos más reconocibles del país: la Parroquia de San Miguel Arcángel, con su inusual fachada neogótica, una rareza en México, inspirada —dicen— en las catedrales europeas. Desde lejos, es lo primero que se distingue al llegar.
Muy cerca se encuentra el Templo de San Francisco, con su elaborada fachada churrigueresca del siglo XVIII, así como el Museo Histórico Casa de Allende, ubicado en la casa natal del héroe de la Independencia. A unos pasos está también el Oratorio de San Felipe Neri, mientras que el Jardín Principal se mantiene como el corazón social de la ciudad.
El arte y el buen comer en San Miguel de Allende
Uno de los lugares más sorprendentes es la Fábrica La Aurora, una antigua fábrica textil transformada en un espacio de arte y diseño que reúne galerías, tiendas, talleres y cafeterías. Muy cerca está el Mirador, desde donde puede admirarse la silueta de la ciudad al atardecer. Y no hay que olvidar el Parque Benito Juárez, pulmón verde que invita a largas caminatas, ni la Biblioteca Pública, que además de su acervo es un importante centro cultural.
A tan solo unos kilómetros se encuentra el Santuario de Jesús Nazareno de Atotonilco, conocido como la “Capilla Sixtina de México” por la riqueza de sus frescos barrocos. Junto con San Miguel, fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 2008, en reconocimiento a su valor arquitectónico, histórico y cultural.
San Miguel también es sinónimo de buena mesa y buena vida. La oferta gastronómica es tan amplia como sofisticada: desde cocina tradicional mexicana hasta propuestas internacionales, muchas veces acompañadas por vinos de los viñedos cercanos, que han hecho de esta región un nuevo atractivo para los amantes del enoturismo.
Festivales
Durante el año, la ciudad vibra con festivales como el Festival Internacional de Jazz, el Festival de Cine, la Fiesta de los Locos y decenas de exposiciones, conciertos y eventos culturales. No es casualidad que haya sido nombrada más de una vez como la mejor ciudad pequeña del mundo para visitar por publicaciones como Travel + Leisure o Condé Nast Traveler.
Te recomendamos:

San Miguel de Allende: encanto colonial, arte y lujo
San Miguel de Allende, en el estado de Guanajuato, cautiva con su arquitectura colonial, arte vibrante y hospitalidad entrañable
San Miguel de Allende no solo se visita, se queda en el corazón. Y eso lo saben bien los miles de extranjeros que han hecho de esta ciudad patrimonio su hogar. Pero también lo saben los mexicanos que regresan una y otra vez buscando inspiración, descanso, o simplemente ese algo que no se puede explicar pero sí sentir: una paz que te permite hacer algo distinto.
San Miguel es patrimonio vivo. Es el cruce perfecto entre lo antiguo y lo contemporáneo. Y sigue siendo grande, como su nombre original.
Viajemos juntos.
Si quieres conocer más de México lee nuestra revista mensual y suscríbete a nuestro canal de YouTube:











