Llegamos a Guadalajara y como ya teníamos hambre, fuimos a comer la famosa carne en su jugo, un platillo típico de Jalisco, en Karne Garibaldi, un restaurante ubicado a 15 minutos del centro de la capital, que se distingue por haber recibido en 1996 el Récord Guinness por servir más rápido en el mundo este platillo, tan solo 13.5 segundos le bastan al gran equipo, que estará pendiente de ti todo el tiempo, para llevarte la carne en su jugo y la bebida que hayas elegido hasta tu lugar.
Mi agua de horchata llegó en siete segundos y mi carne se tardó 20 segundos, pero en su defensa, éramos seis comensales los que ordenamos. Si visitas Guadalajara, tienes que venir a probar esta delicia, el plato chico cuesta 145 pesos, se sirve con frijolitos, tocino, cilantro, cebolla y tortillas. Te recomendamos acompañarlo con guacamole y totopos.
Néstor Flores fundó este lugar hace 53 años y ha crecido tanto que ahora cuenta con varias sucursales; nosotros fuimos a la de Santa Tere.
Foto: Fernanda Meneses
Historia, arquitectura y leyendas Guadalajara
Después de la comilona, recorrimos La Cruz de Plazas en el centro, fundada en 1930. Se trata de un conjunto de cuatro plazas que albergan lugares, monumentos y edificios icónicos de Guadalajara como el Teatro Degollado, construido de 1856 a 1866, cuya belleza arquitectónica atrae turistas nacionales e internacionales. Seguimos caminando hacia la Plaza de la Liberación que se llama así porque ahí el cura Miguel Hidalgo firmó el acta de abolición de la esclavitud, aunque también se le conoce como “de las dos copas”, ya que tiene dos fuentes con forma de copa.
En el centro también visitamos la Rotonda de los Hombres Jaliscienses Ilustres y un Kiosko de Arte Noveau en la Plaza de Armas que, en su época, causó revuelo por las esculturas de bustos desnudos que lo decoran. Lo mejor es que en esta zona hay internet gratis.
Foto: Fernanda Meneses
Y, volviendo al tema de la arquitectura, la Catedral Metropolitana de Guadalajara es otro imperdible, además, su sagrario posee un estilo Rococó Francés ciertamente bello.
Por si fuera poco, puedes recorrer el centro en calandrias por 600 pesos, el tour dura 50 minutos.
La oscuridad nos abrazó repentinamente y nos apresuramos a llegar a la siguiente parada: el Panteón de Belén, que tenía una filota llena de expectantes y osados visitantes. Ahí conocimos la leyenda de la tumba del vampiro, de Victoriana Huerta, la señora enterrada viva, del niño Nachito y otras historias que nos pusieron los pelos de punta. Debes saber que no se puede usar el celular en ningún momento y se recomienda llevar una linterna o comprar una afuera del lugar, las hay de 10 y 20 pesitos.
Foto: Fernanda Meneses
Un día caluroso y una noche mágica
Al día siguiente desayunamos huevos ahogados, ensalada de fruta y pan en La Postrería, una cafetería muy popular en la colonia Americana, donde el chef Elieser nos enseñó a preparar pan de muerto, una actividad terapéutica, según yo, pues, desde el proceso de la elaboración de la masa y el boleado hasta ponerle mantequilla y azúcar, se convierte en una experiencia gratificante. También nos enseñó un poco del origen colonial de este pan que guarda relación con los sacrificios prehispánicos.
Satisfechos y con nuestras creaciones en nuestras bolsas, nos dirigimos al centro de Zapopan, donde conocimos la Basílica, primero desde el mirador de Zapopan, y luego su interior. Terminamos comiendo un rico pozole en Doña Gabina Escolástica, un restaurante súper tradicional.
Por la tarde noche y después de un breve descansito, llegamos al único parque temático de Día de Muertos en todo el mundo: Calaverandia, ubicada en el Parque Ávila, Camacho, ofrece 46 actividades, espectáculos, cajeros, puestos de comida, de maquillaje de catrín neón y mucho más.
El show Alma blow my mind. Es un show multimedia 4D que narra las tradiciones mexicanas relacionadas con la muerte.
Foto: Fernanda Meneses
¿Qué más? Guadalajara
Limbo e Inframundo también son áreas súper imperdibles en las que te adentrarás en una especie de selva nocturna donde encontrarás misteriosos personajes prehispánicos y retos como el túnel vortex.
Las trajineras, entre luces, cempasúchil y música, son otra actividad mágica que debes realizar.
Calaverandia tiene rincones 100% instagrameables, palomitas, tacos, frituras, algodones y todo tipo de golosinas.Cada año, durante dos semanas, abre sus puertas a miles de turistas nacionales e internacionales, que buscan reconectar con sus tradiciones o simplemente conocerlas.
Te recomendamos comprar boletos zona confort para no hacer filas y tener lugares y accesos preferenciales.
Para finalizar el día, fuimos a comer unos taquitos de asada —porque ya solo de esos quedaban— a Tacos Providencia.
Catrinas y catrines everywhere
En nuestro tercer y último día, visitamos el Pueblo Mágico de Tlaquepaque, no sin antes desayunar en un sitio inclusivo, pet friendly y súper cool que sació nuestro apetito con, lo que a mí parecer, fue los mejores platillos del viaje. Hablo del restaurante Peligro, un must que todo turista que pise Guadalajara debe conocer.
Tlaquepaque se destacó por ser un pueblo monero, es decir, de “monitos”, que se refiere a la alfarería de figuras miniatura. Su enorme estatua de 6 metros de un artesano monero, hecha de bronce y barro y ubicada en el andador Independencia, lo confirma.
Sobre ese mismo andador, vimos también bellas estatuas del artista Sergio Bustamante como El atardecer, El amanecer y Centro de ti mismo, localizadas justo frente al Museo Regional de la Cerámica.
Foto: Fernanda Meneses
Después, entramos a la Plaza de las Artesanías, que antes era un paredón de fusilamiento, y fue aquí que experimentamos un tango de sabores en nuestros paladares con la cata de cacao y raicilla que Cristina Taylor nos preparó en su cafetería.
Probamos semilla de cacao criollo, trinitario e híbrido, una calaverita de cacao con relleno de chile en nogada, ¡un alacrán con chocolate! —que esta cobarde servidora no se atrevió ni a tocar—, entre otras muestras.
Para cerrar
Las raicillas con las que catábamos el “alimento de los dioses”, como se le conoce al cacao que también fue usado por los mayas como moneda de cambio, tenían alrededor de 45 grados de alcohol y nos pusieron más alegres y festivos de lo que ya estábamos. Una de ellas fue reposada en barricas de vino tinto y su sabor suave me fascinó.
Foto: Foto: Fernanda Meneses
Luego de pasar por los portales, entramos a seguir consintiendo nuestro paladar con la gastronomía jalisciense y explorando más sabores en la Fábrica de Dulces, donde probamos más cacao, la Cajeta Lugo, rompope de nuez así como la cocada y mazapán con almendra.
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Seguimos caminando entre una multitud de catrinas, catrines y coloridas fachadas llenas de papel picado, cempasúchil, enormes altares de ofrendas y elementos alusivos a la temporada, incluso, vimos talleres de pintar calaveras y escenarios itinerantes de temporada para la selfie perfecta.
Finalizamos descubriendo Casa Marina, un espacio armonioso con restaurante, bar y spa donde nos volvieron a enseñar cómo hacer pan de muerto los chefs Carlos Romero y Juan Pablo López —se podría decir que ya tenemos maestría en eso— y luego asistimos al Concurso de Novias Catrinas en el centro de Tlaquepaque.
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