Por: Diana Laura Ortiz / Colaboradora

Contemplar una aurora boreal debe estar en tu lista de cosas por hacer en la vida, la experiencia que vivirás va mucho más allá de sólo apreciar inusuales luces de colores en el cielo.

Las auroras boreales son un fenómeno natural que ocurre cuando las partículas del viento solar son atraídas por los polos y chocan con el campo magnético de la Tierra, generando una reacción cuya energía se transforma en luces de colores.

Algunas personas consideran que hay que tener suerte para verlas, ya que se requiere condiciones atmosféricas muy particulares entre las que se cuenta, por supuesto, un cielo despejado.

My Aurora Forecast y Aurora Now son dos apps que ofrecen pronósticos de auroras boreales basados en la geolocalización. Sin embargo, aun con toda la tecnología disponible hasta el momento, no es posible pronosticar con exactitud la aparición de una aurora boreal.

Viaje de ensueño

Whitehorse, capital del territorio del Yukón en Canadá, es uno de los mejores lugares del mundo para ver auroras boreales, y los meses de octubre a marzo, la mejor época del año para hacerlo.

El vuelo desde Vancouver hasta esa ciudad en el noroeste canadiense, cercana a la frontera con Alaska y con una población de 30 mil personas, tuvo una duración aproximada de dos horas y media.

Este sueño hecho realidad comenzó desde que el avión estaba aterrizando. Apreciar el panorama cubierto de nieve desde el aire no tiene comparación con nada. Para mí, eran paisajes irreales que sólo había visto en libros de la escuela y en videos que me parecían muy lejanos.

Pero esa es la magia de viajar, descubrir otros horizontes y ver con nuestros propios ojos paisajes dignos de postal que, sin duda, se quedan grabados en nuestra memoria y en el corazón para siempre.

Whitehorse es un lugar donde el estrés no existe y aunque aparentemente no hay mucho por hacer, su tranquilidad te da la oportunidad de escuchar incluso tu respiración, y la inmensidad de la naturaleza, hacer conciencia de lo pequeños y, a la vez, afortunados que somos ante las maravillas del planeta.

Foto: Diana Laura Ortiz

El safari de auroras boreales

Un grupo de viajeros -todos mexicanos, por cierto- y yo, nos hospedamos en un rústico hotel donde la agencia que contratamos para ir en busca de las tan soñadas auroras boreales, pasaría por nosotros a las 10 de la noche.

El lugar es tan maravilloso que disfrutas incluso del frío intenso, pues durante esos días estuvimos a -30º Celsius. Jamás imaginé estar en un lugar con una temperatura tan extrema, pero fue parte esencial de esta inolvidable experiencia.

Durante el día, algunas de las actividades que realizamos fueron paseos en trineo tirado por perros, en motos para nieve, un recorrido para conocer la flora y fauna de la zona, visita a aguas termales, un tour por la pequeña ciudad y una degustación de la tradicional hamburguesa de bisonte.

Foto: Diana Laura Ortiz

Regresamos a nuestro hotel a descansar un poco y prepararnos para la caza de auroras boreales con ropa térmica que alquilamos ahí mismo para adentrarnos en la naturaleza en espera de las fantásticas luces de colores en el cielo.

El spot era amplio y perfecto, de ensueño… Una cabaña rodeada de nieve y con una enorme chimenea se convirtió en nuestro hogar durante cuatro noches. Disfrutamos de bebidas calientes como chocolate, café y té, y bocadillos dulces y salados.

Mientras esperábamos la aparición de las majestuosas auroras boreales, aprovechamos para tomar muchas fotos, nos deslizamos y jugamos en la nieve, platicamos, cantamos y ¡hasta bailamos!, poniendo en alto el nombre de nuestro bello México.

Las probabilidades para contemplar auroras boreales eran pocas, ya que durante esas noches el cielo no estuvo despejado, pero ello no menguó nuestras esperanzas de poder verlas.

Destellos de colores en el cielo

Aunque nuestro deseo era ver auroras boreales todos los días, se pusieron “fresas” y apenas se asomaron durante algunos segundos durante la última noche que estuvimos en la cabaña.

El momento fue en realidad épico, ya con las esperanzas casi aniquiladas por el mal tiempo, intentamos mantener el ánimo afuera de la cabaña cantando y bailando alrededor de una fogata. De repente, nuestro guía gritó: “¡Vengan todos!, ¡se están asomando!”

Foto: Diana Laura Ortiz

Corrimos en seguida y logramos ver apenas algunos destellos, un color verde empezó a aparecer en el cielo pero no duró más de cinco segundos. Afortunadamente, fui la primera en la fila y la única persona en poder fotografiarse en ese preciso momento. Después del clic de la cámara, el cielo volvió a cerrarse.

Pese a que no pude cumplir mi sueño de ver el hermoso espectáculo durante mucho tiempo, indudablemente fue un viaje que disfruté muchísimo y que guardo entre mis mejores recuerdos de vida.

Recomiendo a los viajeros que prevean flexibilidad de tiempo y tengan paciencia, así como hacer un itinerario para rellenar los espacios de tiempo libre y aprovechar al máximo su estancia en Whitehorse.

¡Tienes que vivir esta experiencia, te aseguro que no te arrepentirás!