Antes de que los españoles llegaran a estas tierras, el lugar que hoy conocemos como Colima ya tenía una historia rica y fascinante. Desde hace más de dos mil años, varios grupos indígenas hicieron de esta región del occidente mexicano su hogar. Los vestigios más antiguos revelan una cultura compleja, con conocimientos avanzados en agricultura, cerámica, arquitectura y comercio. Uno de los asentamientos más destacados fue La Campana, una zona arqueológica que muestra calles, plazas, altares y sistemas de drenaje, lo que sugiere un alto nivel de organización social.
Los pueblos prehispánicos de Colima no eran nómadas; establecieron comunidades estables gracias a su maestría en técnicas agrícolas, cultivando maíz, frijol, chile y calabaza. También eran conocidos por su arte funerario. Las célebres figuras de barro, llamadas “perros colimotes”, acompañaban a los difuntos en su viaje al inframundo, y se cree que eran considerados guías espirituales.

Foto: X / @MiguelConde75
Colima formaba parte de un corredor comercial que conectaba el altiplano central con las costas del Pacífico, facilitando el intercambio de productos como conchas, obsidiana y cacao. Aunque no fue fácil conquistar la región, hacia 1523 el ejército español logró dominarla tras varios enfrentamientos. Sin embargo, la huella indígena nunca se borró. Aún hoy, muchas tradiciones, palabras y costumbres colimenses tienen raíces en esos pueblos originarios.
La historia de Colima es más que una simple cronología de fechas; es la herencia viva de culturas que florecieron mucho antes del mestizaje. A través de sus vestigios arqueológicos, sus relatos orales y su identidad local, se preserva la memoria de un pueblo que, desde tiempos remotos, supo adaptarse, resistir y dejar su marca. Comprender su pasado prehispánico es valorar la profundidad de sus raíces y el orgullo de una historia que sigue viva.

Foto: CINAH Colima
¿Qué ver en la Zona Arqueológica La Campana?
La zona arqueológica de La Campana está en el estado de Colima, dentro del municipio de Villa de Álvarez, y forma parte del área metropolitana que rodea al municipio de Colima. Lo que hoy se puede ver en el antiguo potrero de La Campana son los restos de Almoloyan, nombre náhuatl que significa “lugar entre agua que corre”.
Esta fue la ciudad más importante en Colima y una de las principales del occidente mesoamericano durante los periodos Clásico y Epiclásico. Sus vestigios están marcados por el arroyo Pereyra por un lado y el río Colima por el otro.

Foto: X / @SECTUR_mx
Hoy en día, La Campana forma parte del entorno urbano y se ha convertido en un sitio muy cercano para los colimenses, quienes reciben a los visitantes con gusto y comparten aspectos claves de su herencia prehispánica, como su visión del universo y de la creación.
Desde principios del siglo XX, el lugar despertó el interés de varios intelectuales locales, como el ingeniero José María Gutiérrez Santa Cruz y el doctor Miguel Galindo, quienes se preocuparon por protegerlo y destacar su valor.

Foto: X / @VisitMex
La primera ocupación se dio durante la fase cerámica Capacha (1870-1720 a. C.), cuando en la parte noroeste se construyeron estructuras circulares sencillas que luego sirvieron de base para casas hechas con materiales frágiles.
Ya en la fase Ortices, los líderes del lugar rediseñaron el trazado urbano para transformar la aldea en una ciudad más grande. Esto pudo haber sido por la influencia de Teotihuacán, ya que los gobernantes de La Campana tenían lazos comerciales con esa cultura.
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Ciudad para el dios del fuego
Así nació una ciudad dedicada al dios del Fuego, orientada hacia el Volcán de Fuego. Con un plan de cuatro partes, trazaron dos avenidas principales, una de este a oeste y otra de norte a sur, alrededor de las cuales se dividieron las distintas zonas del sitio.

Foto: X / @FianceeBodas
Esta planeación no solo obedecía a razones prácticas, sino que reflejaba tradiciones religiosas y el poder de la élite gobernante. Además, los edificios principales del centro ceremonial tienen una orientación similar a la de la Pirámide del Sol y la Calzada de los Muertos en Teotihuacán, lo que podría indicar que siguieron un modelo del Altiplano Central.
Las estructuras de La Campana están relacionadas con las cuatro direcciones del mundo, de acuerdo con el movimiento solar diario y anual, e incluso, en ocasiones, con el de norte a sur. Esto muestra que los sacerdotes-astrónomos conocían bien ciertos fenómenos celestes y que tomaron en cuenta la posición del Volcán de Fuego al planear la ciudad, lo cual tenía sentido dentro del calendario agrícola mesoamericano.

Foto: X / @FianceeBodas
El grupo que organizó el asentamiento logró planear un centro ceremonial y administrativo en el corazón de la ciudad. En su momento de mayor esplendor, este núcleo destacaba por su arquitectura monumental, y a su alrededor estaban las zonas de vivienda, comercio, producción artesanal y agricultura. En el centro ceremonial aún se pueden ver estructuras que combinan elementos de la región con influencias teotihuacanas.

Foto: X / @FianceeBodas
Arquitectura avanzada
Es una arquitectura muy avanzada, con juegos de volúmenes en edificios religiosos y en otros que tal vez tuvieron funciones administrativas. En la zona norte estaban las viviendas, los espacios comerciales y áreas para la comunicación. También hay otro tipo de construcciones: grandes plataformas escalonadas y superpuestas, sobre las cuales había recintos sagrados. Estos espacios eran usados por personajes importantes o miembros del gobierno, con el fin de separarse del resto de la población y marcar así la diferencia social.
Esto ayudaba a reforzar el poder de los gobernantes y a sostener su ideología religiosa. Los conjuntos más importantes están formados por cuatro grandes plataformas con templos ceremoniales encima. Uno de ellos, el Recinto 1A, recuerda mucho a La Ciudadela de Teotihuacán y a otros espacios parecidos con planta rectangular como San Nicolás El Grande, en Tlaxcala, y Chingú, cerca de Tula, Hidalgo.

Foto: X / @FianceeBodas
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Es interesante mencionar que después del colapso de Teotihuacán, hubo modificaciones en estas estructuras para borrar su simetría original. También se encontró un sistema de drenaje subterráneo que ayudaba a sacar el agua de lluvia y llevarla hacia los ríos cercanos al asentamiento.
Si quieres visitar este asombroso e interesante sitio, el costo de entrada es de $75 MXN por persona.
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