Puebla no solo es uno de los destinos turísticos más importantes de México por su arquitectura, gastronomía y cultura, también es tierra de historias que han pasado de generación en generación. Un ejemplo famoso es la “Casa del que mató al animal”, ubicada en pleno centro histórico. Su fachada tiene una inscripción tallada que despierta la curiosidad de locales y visitantes. Nadie sabe con certeza qué “animal” fue ni quién lo mató, pero la casa ha alimentado todo tipo de leyendas que envuelven al lugar en misterio.
Entre las calles coloniales de Puebla, cada rincón parece tener algo que contar. El callejón de los sapos, hoy conocido por su mercado de antigüedades, debe su nombre a una antigua plaga de anfibios que, según dicen, desapareció de forma milagrosa tras muchas oraciones. Otro sitio icónico es el puente de Ovando, supuestamente construido en secreto por amor. La historia dice que Don Pedro de Ovando lo mandó levantar para visitar a su amada sin ser visto por su familia, y algunos aseguran que por las noches su espíritu aún cruza el puente.
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La catedral de Puebla también tiene su propia leyenda: la campana más grande de su torre fue colocada por ángeles, ya que ningún hombre pudo subirla. Esta historia da sentido a por qué una torre es más alta que la otra. Y claro, no puede faltar la leyenda del Popocatépetl e Iztaccíhuatl, los dos volcanes que custodian el Valle de Puebla, que según la tradición son dos amantes convertidos en montañas por la tragedia.
Estas leyendas, más allá del mito, son parte de la identidad poblana. Quien visita Puebla no solo camina por calles históricas, también pisa territorio de cuentos eternos que siguen vivos en la memoria colectiva.
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¿Cuál es la historia de Casa del que mató al animal?
En el corazón del Centro Histórico de Puebla, sobre la calle 3 Oriente número 201, se levanta una casona que llama la atención no solo por su arquitectura, sino por el enigma que guarda en su fachada: una inscripción tallada en piedra que dice “Esta es la casa del que mató al animal”. Con relieves que muestran escenas de cacería, caballos, perros y vegetación, esta construcción de estilo plateresco ha despertado la curiosidad de propios y extraños durante siglos. Hoy en día, el edificio es sede del periódico El Sol de Puebla, pero su historia se remonta a tiempos coloniales.
Foto: X / @StarzCherry
La leyenda cuenta que en el siglo XVI, en ese mismo lugar vivía Don Pedro Carvajal, un hombre rico y viudo, padre de dos hijos: Teodora, una joven en edad de casarse, y el pequeño Fernando, de unos seis años. En ese tiempo, la ciudad vivía bajo el temor de una extraña criatura que rondaba por las calles. Nadie sabía con certeza qué era: unos hablaban de una serpiente gigante, otros de una bestia con cuerpo de tigre, garras de águila o patas de jabalí. El miedo era real y muchas personas decían haberla visto o haber sentido su presencia.
Foto: X / @JACHPuebla
Una noche, durante una fiesta organizada para presentar a Teodora ante posibles pretendientes, el monstruo apareció y, en medio del caos, se llevó a Fernando. Devastado, Don Pedro ofreció una gran recompensa a quien lograra matar al animal: entregaría la mano de su hija, su fortuna y su casa.
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Ay nanita, ¿y luego?
Fue entonces cuando apareció un joven soldado, humilde pero valiente, enamorado en secreto de Teodora. Montado a caballo y con la cabeza de la criatura en sus manos, se presentó ante Don Pedro. Cumplió su promesa: le entregó a su hija en matrimonio y le otorgó la propiedad. Incluso, según algunas versiones, el virrey le otorgó un título nobiliario como reconocimiento.
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Desde entonces, la casona fue conocida como “la casa del que mató al animal”, y aunque nadie puede confirmar qué criatura fue aquella ni si existió realmente, la historia pasó de generación en generación hasta convertirse en una de las leyendas más emblemáticas de Puebla. Hoy, al pasar frente a ese edificio que alberga una redacción moderna, la piedra sigue hablando. Sus relieves siguen mostrando la cacería, y la inscripción continúa despertando la imaginación de quienes la leen por primera vez.
La leyenda no solo es parte del folclore poblano, también es un reflejo del alma de la ciudad: un lugar donde la historia, el mito y la tradición se entrelazan para dar identidad a sus calles y a su gente.
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