Para poder llegar a Machu Picchu, nos trasladamos de la ciudad de Cusco hacia Aguas Calientes en un tren panorámico, donde observamos la imponente fuerza del río Urubamba, en un recorrido que duró, aproximadamente, tres horas. Al llegar a Aguas Calientes, nos encontramos con una ciudad montañosa que nos envolvía en un ambiente de aventura y misterio. Cargando tan solo una pequeña mochila, descendí del tren y tomé el papel de un auténtico explorador. Franklin, mi guía para esta fantástica travesía, me esperaba. Teníamos que abordar otro autobús que nos subiría, ya que este lugar sagrado se encuentra, aproximadamente, a unos 2,400 metros sobre el nivel del mar. Franklin me aconsejó masticar una hoja de planta de coca para evitar posibles mareos y fatiga durante nuestra subida. Después de, aproximadamente, unos 30 minutos en autobús, llegamos a la tan esperada ciudad de Machu Picchu.
Para poder ingresar a ella, había un estricto control de acceso, casi como una pequeña aduana en la cual nos solicitaron nuestro pasaporte y nos indicaron que no podíamos ingresar ningún tipo de bebida ni alimento, para evitar cualquier tipo de contaminación y desorden en el área natural y arqueológica.
Recorrido por Machu Picchu
Iniciamos nuestro recorrido con un leve ascenso en un estrecho sendero lleno de vegetación, mientras sonaba el canto de las aves. Llegamos a una explanada en la que pudimos observar Machu Picchu desde las alturas y esto me llenó de una alegría y energía indescriptibles; mi corazón latía con mucha fuerza. Me tomé un tiempo para admirar esa bella fusión de la naturaleza, con sus montañas señalando hacia el cielo, y la construcción de la hermosa ciudad.
Al empezar el recorrido, Franklin me mostró a las montañas que custodiaban la ciudad, gallardas y majestuosas: Huayna Picchu, en el lado norte, la montaña Machu Picchu, al sur, Putucusi, al este, y el nevado Pumasillu, al oeste. Franklin me platicó que la ciudad fue fundada y edificada por órdenes del inca Pachacútec. También me dijo que el material base con el que se construyó este lugar fue granito, que abunda en la zona.
Este sitio sagrado posee una capacidad para albergar hasta mil personas. Justo en el centro de la ciudad hay un centro ceremonial dedicado al Sol, donde la casta sacerdotal realizaba ritos y ceremonias, presenciadas por visitantes y peregrinos que ingresaban por un vestíbulo.
Asimismo, encontramos una zona habitacional que tenía características muy peculiares, ya que Franklin nos explicó que tanto las entradas y los cuartos fueron diseñados para personas de complexión delgada y baja estatura. Desde esta zona “urbanizada”, observamos una construcción imponente, que se mantiene en pie a pesar del tiempo y de las inclemencias naturales: el “Templo del Sol”. Este centro ceremonial se realizaba una festividad en honor al Sol, denominado Inti Raymi, en esta se ofrecían sacrificios de llamas y alpacas, así como objetos de oro y plata, con el objetivo de agradecer a la Madre Naturaleza la bondad de sus frutos, la abundancia del agua, la fertilidad de los rebaños y en especial por las cosechas, que servían para alimentar a la población.
También en este gran centro ceremonial, conocimos el Templo de las Tres Ventanas, con enormes piedras ensambladas perfectamente, como si fuera un gran rompecabezas. En este armonioso sitio, encontramos un reloj solar llamado el “Intihuatana”. También hallamos grandes recipientes rocosos, de forma circular, que servían de espejos de agua y en la noche se podía observar el cosmos. Gracias a estos instrumentos y a horas de observación, los incas lograron tener grandes avances en el campo de la astronomía, pudieron entender las estaciones climáticas, el comportamiento de la naturaleza y lograr una conexión espiritual con la misma y el cosmos.
En papel de la agricultura en Machu Picchu
La agricultura jugó una parte fundamental para el orden comunitario, la estabilidad social, y el desarrollo de las técnicas alimentarias en Machu Picchu. De hecho, pudimos observar grandes terrazas, ordenadas en escalinatas, que servían como campos de cultivo, cada muro en esta escalinata contenía una terraza, evitando así la erosión o derrumbes de los cultivos. Estos conocimientos se transmitían de generación en generación de forma oral en el Yachaywasi, templo del saber, donde una persona de gran sabiduría y consejero de la comunidad, transmitía el conocimiento a la clase noble.
El recorrido con Franklin duro más de cinco horas y les puedo decir que visitar esta zona arqueológica logró envolvernos en una atmosfera mágica, donde la conexión con la Madre Naturaleza nos llenó de energía y también nos ayudó a descubrir la importancia de mantener un equilibrio con nuestro entorno natural. Asimismo, esta visita nos hizo encontrarnos con nosotros mismos y calmó ansiedades al dejarnos atrapar por la paz de la naturaleza.