Hay lugares que cambian la forma de mirar el mundo. Para sentirlo, basta dejarse llevar por experiencias que van desde deslizarse entre bosques boreales hasta navegar entre icebergs que parecen arrancados de otra época. Todo sucede en los extremos del planeta: Laponia, en el Polo Norte, y la Antártida, en el Polo Sur, donde Civitatis reúne aventuras que hacen del frío una emoción intensa y de cada paisaje una historia lista para contarse.
En Laponia, la Navidad parece respirar en cada rincón. Esta región, situada bajo el Círculo Polar Ártico, muestra un lado salvaje de Finlandia y del norte de Europa, donde se viven experiencias que recuerdan a un cuento invernal: conocer a Santa Claus en su hogar en Rovaniemi, deslizarse en un trineo guiado por perros huskies o perseguir auroras boreales bajo un cielo que nunca deja de sorprender.
En este viaje nórdico también aparecen las caminatas con raquetas por senderos silenciosos, donde el único sonido es el crujido del hielo, y momentos de pesca en un lago congelado que se sienten casi meditativos. Tampoco falta la visita a las cascadas congeladas de Korouoma, donde el agua detenida en pleno invierno forma esculturas cristalinas entre bosques y acantilados.
El cierre ideal llega a bordo de un trineo de renos conducido por pastores sami, una tradición que parece detener el tiempo entre mantas cálidas y campanillas suaves. Todas estas experiencias reunidas por Civitatis son una invitación a descubrir el Polo Norte con calma, emoción y los sentidos bien despiertos.
La Antártida muestra un lado inesperado del fin del mundo. Viajar al “continente blanco” no es solo moverse de un punto a otro; es aceptar un encuentro directo con la naturaleza en su estado más puro. Aquí, los glaciares parecen murallas azules, el cielo cambia de ánimo cada minuto y los animales aparecen sin aviso, recordando que este rincón del planeta sigue siendo remoto y magnético.
Civitatis propone dos formas distintas de vivir la Antártida, ambas con un mismo resultado: asombro asegurado. Para quienes quieren una descarga inmediata de emoción, existe la opción de tomar un vuelo desde Punta Arenas, en Chile, hacia la isla Rey Jorge, la más grande del archipiélago de las Shetland del Sur y una importante sede de investigación internacional. Tras sobrevolar el pasaje de Drake durante un par de horas, el avión aterriza en la base Presidente Frei, punto ideal para pasar un día rodeado de montañas, glaciares e icebergs.
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La experiencia incluye caminatas por la base y una navegación en zodiac para observar pingüinos y recorrer el paisaje polar en su forma más auténtica: acantilados helados, fauna conmovedora y un silencio que solo se vive ahí. En total, son unas 12 horas entre vuelo y exploración, suficientes para dejar una huella imborrable.
Quienes prefieren un viaje más pausado pueden elegir un crucero de diez días que parte desde Ushuaia y recorre el Canal Beagle, el Pasaje Drake y las islas Shetland del Sur.
El barco atraviesa lugares emblemáticos como la isla Decepción, King George, Livingston, el Estrecho de Gerlache, el Canal Neumayer y el Canal Lemaire, mientras los témpanos, las montañas nevadas y la fauna polar —pingüinos, focas, elefantes marinos, ballenas jorobadas y ocasionalmente orcas— acompañan el camino.
Cada día hay dos desembarcos en lanchas zodiac hacia zonas seguras elegidas por el capitán, para explorar bahías, colonias de pingüinos y sitios especiales como Neko Harbour, Bahía Paraíso y las islas Paulet, Cuverville y Pléneau. En el regreso, el barco cruza nuevamente el Drake mientras naturalistas comparten historias y aprendizajes sobre esta tierra helada. Es una experiencia profunda y tranquila que permite comprender la verdadera inmensidad del continente blanco.







