Siempre se dice que las primeras veces son inolvidables, bueno pues mi ansiado viaje a esta joya del sureste mexicano no fue la excepción. Y después de una desvelada, el tráfico de Puebla a Ciudad de México, una larga espera en el aeropuerto y dos horas de vuelo, el corazón del mundo maya nos recibió con su deliciosa gastronomía.
El viaje comienza aquí
Literalmente, llegamos a lo mero bueno, a desayunar tacos, tortas, salbutes y panuchos de lechón, cochinita pibil, pavo con relleno negro, sopa de lima y agua de chaya en Taquería La Lupita, un negocio que desde hace 60 años sirve un menú yucateco en Mérida, para ser exactos está dentro del Mercado de Santiago, al lado de la Parroquia de Santiago Apostol.


Foto: Fernanda Meneses

La guitarra tocando éxitos regionales del Mariachi Solitario —apodo que se ganó después de la pandemia— y el violín de otro músico sonando a lo lejos, mientras Guadalupe Solís nos platicaba la historia del lugar que comenzaron sus padres, cuya pasión por su trabajo y hospitalidad se dejaba sentir como caricia en cada palabra.
Era el inicio prometedor de esta soñada travesía. Recomiendo que si visitan esta taquería, lleguen con anticipación, porque, a pesar de que eran las 9 de la mañana, había mucha gente.

Foto: Fernanda Meneses
Henequén, legado cultural de Yucatán
Ya con la barriga llena, descubrimos el famoso “oro verde” de Yucatán en la Hacienda Sotuta de Peón (a 45 minutos de Mérida) guiados por Javier Martínez, la cual a finales del siglo XIX se dedicó a la producción del henequén y conserva la esencia de un pasado porfiriano. Visitar este lugar es como entrar a un rincón suspendido en el tiempo, pues la casa principal de la hacienda y sus pasillos resguardan de manera intacta la decoración, cristalería, manteles, candelabros, máquinas de coser y hasta un coche Studebaker de 1952.

Foto: Fernanda Meneses
Ni hablar de las máquinas de producción de pacas de henequén, que siguen trabajando hasta la fecha, pues es la única hacienda henequenera que aún produce oro verde. También nos mostraron la belleza de procesar henequén artesanalmente, lo que llaman la corchada manual, mientras un vasito de agua de tamarindo nos refrescó el paladar porque el calor apremiaba. Desfibrado, lavado, secado al sol y peinado.

Foto: Fernanda Meneses
El resultado del proceso: bolsos, tapetes, cestos, sombreros y figuras decorativas que se verían perfectas en tu sala. Pero eso no es todo, en esta hacienda también podrás hospedarte, pasear a caballo, casarte, pues tienen una iglesia para una boda petite, visitar la Casa Maya, dar un paseo en truck por los plantíos de agave y echarte un chapuzón en el cenote Dzul-Ha.

Foto: Fernanda Meneses
Viaje entre la vegetación en Yucatán
Viajar entre la vegetación en lo que llaman truck —no por una adaptación del habla inglesa, sino por el sonido que hace literalmente “truc, truc, truc” al avanzar estas plataformas jaladas por mulas— es una ruta infaltable en tu aventura. Los paisajes de ensueño, las risas y los saltos no faltaron.
Ningún animalito salió lastimado con este traslado, pues turnan a varios para que no se cansen o lastimen. Y para rematar, un brindis con licor de henequén y más deliciosa comida yucateca en el restaurante KIH después de sumergir el cuerpo completó en esta maravillosa experiencia.


Foto: Fernanda Meneses

Refugio íntimo
Luego de estar un ratote bajo el sol, la magia de Viatura Xtojil, nos envolvió desde que llegamos a través del ritual de bienvenida de doña Rita, heredera de saberes ancestrales. Este glamping me sumergió en la naturaleza yucateca sin quitarme las comodidades de un hotel convencional. Aquí podrás tener wifi, agua calientita, artículos de aseo, jacuzzi, alberca, jungle gym, salón para yoga, meditación y soundhealing y espacio de coworking.
Todo esto en una tienda de campaña de lujo con una vista de un paisaje que funde la vegetación con la tierra dorada y hace del silencio del entorno tu mejor cómplice. Pero las experiencias no acaban. Este refugio íntimo ofrece actividades como visita a los cenotes Homun, paddle en manglares, avistamiento de flamencos, ceremonia en meliponario, cine bajo las estrellas y la creación de una artesanía con henequén.


Foto: Fernanda Meneses

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Luego de una deliciosa cena de tres tiempos donde las tostadas de camarón y el humus de aguacate fungieron como entrada, para después coronar con un delicioso corte de rib eye, disfrutamos del cine nocturno al aire libre en cómodos silloncitos, mientras las estrellas eran testigo de de una noche sin prisa.
La aventura no termina aquí, falta contarte cómo anochecimos en un cenote, nuestra ruta en kayak por los manglares de Sisal, nuestro paseo al atardecer frente a sus playas y cómo casi nos quema un torito de la pirotecnia para celebrar al Cristo Negro, ¡espera la próxima edición!
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