El Volcán Tacaná, gigante dormido en la frontera entre Chiapas y Guatemala, es mucho más que un coloso de 4,092 metros de altura. Es un santuario natural donde la vida brota en formas asombrosas. Subir por sus laderas es adentrarse en un mundo donde la niebla abraza los árboles y los cantos de aves guían el camino. Aquí, la biodiversidad florece con fuerza.
En sus faldas se mezclan ecosistemas como el bosque mesófilo de montaña, selvas húmedas y páramos de altura. Orquídeas, bromelias, helechos arborescentes y musgos tapizan el paisaje como un tapiz vivo. Entre sus ramas saltan quetzales, tucanes y colibríes, mientras reptiles, mariposas y pequeños mamíferos encuentran refugio en este edén escondido.
El Tacaná es uno de los volcanes más biodiversos de Mesoamérica, y su riqueza no solo se mide en especies, sino en la conexión profunda entre naturaleza y comunidades locales. Aquí, los pueblos originarios cuidan la montaña como a un ancestro vivo.
Viajar al Tacaná no es solo conquistar una cima: es dejarse envolver por un mundo natural que respira historia, magia y vida en cada paso. Un encuentro íntimo con la Tierra en su forma más pura.
Atractivos
Si quieres viajar a Tacaná no te pierdas estos lugares increíbles para visitar:
- Cañón del Sumidero
- San Cristóbal de las Casas
- Cascadas de Agua Azul
- Escalar el Volcán Tacaná
- Biodiversidad en el Tacaná
- Cascadas y aguas termales
- Café, conservación y esperanza en el Tacanát5r
Chiapas
Cañón del Sumidero
El Cañón del Sumidero es una de esas maravillas que quitan el aliento con solo verla. Se alza imponente a lo largo del río Grijalva, con paredes verticales que alcanzan hasta los 1,000 metros de altura, como una catedral natural tallada por el tiempo y el agua. Recorrerlo en lancha es una experiencia imprescindible: el motor se apaga y solo queda el eco del viento, el sonido de aves rapaces en vuelo y el susurro del agua golpeando la piedra.
Las formaciones rocosas —como el Árbol de Navidad o la Cueva de Colores— parecen salidas de un cuento antiguo. También es común ver cocodrilos, monos araña y garzas en su hábitat natural, lo que convierte el paseo en una travesía por la biodiversidad.
Ubicado cerca de Tuxtla Gutiérrez, es fácil llegar y perfecto para un día de asombro. Desde los miradores también se puede admirar esta grieta colosal desde las alturas, sintiendo el vértigo y la belleza en partes iguales.
El Cañón del Sumidero no es solo una atracción turística: es un símbolo de Chiapas, un santuario natural que invita al silencio, al respeto y al asombro profundo.

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San Cristóbal de las Casas
En lo alto de las montañas chiapanecas, donde el clima abraza con neblina y los días avanzan sin prisa, vive San Cristóbal de las Casas, una ciudad que parece sacada de un sueño colonial. Fundada en el siglo XVI, esta joya de calles empedradas y casas de colores vivos es más que un destino: es un estado del alma.
Caminar por sus callejones es encontrarse con templos barrocos, patios llenos de bugambilias y plazas que vibran con la música de marimbas y voces indígenas. Aquí, cada esquina guarda una historia, cada mercado un secreto ancestral. Los textiles bordados por manos tzotziles y tzeltales cuentan leyendas con hilos de colores intensos. El arte, la espiritualidad y la rebeldía conviven como viejos amigos.
Los cafés bohemios, museos, librerías y talleres artesanales invitan a detenerse, observar y disfrutar el momento. Y cuando cae la noche, el aire se llena de aromas de chocolate caliente, copal y pan recién horneado.
San Cristóbal no solo se visita, se siente. Es un refugio cultural, una ciudad vibrante donde el pasado indígena y el legado colonial se entrelazan con belleza, orgullo y resistencia. Un rincón que siempre deja ganas de volver.

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Cascadas de Agua Azul
En el corazón de la selva chiapaneca, donde el verde lo envuelve todo y el aire huele a tierra viva, las Cascadas de Agua Azul brotan como un suspiro de la naturaleza más pura. Su nombre no es casual: el río fluye en tonos turquesa, como si el cielo hubiera caído en gotas sobre la piedra. Este color hipnótico se debe a los minerales que viajan disueltos en sus aguas, pintando el paisaje con una intensidad difícil de olvidar.
Las cascadas se escalonan en diferentes niveles, creando pozas naturales perfectas para nadar o simplemente mojar los pies y escuchar el canto del agua cayendo. A cada paso, el rugido del agua se mezcla con el canto de aves y el murmullo de la selva.
Este paraíso se encuentra entre Palenque y Ocosingo, y es ideal para una excursión de un día. Hay senderos, miradores y espacios donde probar antojitos locales o comprar artesanías.
Agua Azul no solo refresca el cuerpo, cura el alma. Es un rincón sagrado donde la naturaleza se expresa con libertad, fuerza y belleza. Una experiencia sensorial donde el agua, el sol y el verdor se funden en un abrazo eterno.

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Tacaná
Escalar el Volcán Tacaná
Subir el Tacaná es una experiencia que se lleva en la piel y en el alma. Con sus imponentes 4,092 metros, este volcán —el segundo más alto de Centroamérica— se levanta como un guardián en la frontera de Chiapas y Guatemala. La travesía hasta su cima puede tomar unas 10 horas, dependiendo del punto de partida: ya sea desde Cacahoatán o Unión Juárez en México, o Finca Navidad en Guatemala, cada sendero ofrece una paleta de paisajes únicos.
Mientras asciendes, el clima cambia, la vegetación se transforma y el silencio se vuelve compañero. Se cruzan bosques húmedos, antiguos ríos de lava, pueblos rurales y campos de cultivo que parecen sacados de un cuento. Al llegar a la cima, el mundo se extiende en todas direcciones, con panorámicas del Arco Volcánico Centroamericano que quitan el aliento.
Pero más allá del logro físico, Tacaná ofrece una conexión espiritual: con la montaña, con el aire puro, con lo esencial. Es un ascenso hacia la naturaleza más profunda, donde cada paso es una pausa para admirar la vida que florece entre las piedras y la niebla.

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Biodiversidad en el Tacaná
El Volcán Tacaná no solo es una montaña, es un universo vivo. Su territorio forma parte de la Reserva de la Biosfera Tacaná, donde se entrelazan selvas húmedas, bosques mesófilos, pinares y páramos de altura. Esta mezcla de ecosistemas crea un paraíso de biodiversidad: más de 2,400 especies registradas, muchas de ellas endémicas y unas 185 en riesgo de extinción.
Al caminar por sus senderos, los sonidos del bosque se mezclan con el murmullo del viento: el aleteo de un quetzal, el canto grave del pavón, el destello de un tucancillo verde, y el silbido del tro gón tricolor. Cada rincón del Tacaná es un escenario natural donde flora y fauna conviven en armonía ancestral. Orquídeas silvestres, helechos gigantes y musgos centenarios decoran el paisaje como una pintura viva.
La montaña es refugio, escuela y hogar para estas especies, y también para quienes la visitan con respeto. Es un lugar para observar, escuchar y aprender, un santuario donde la naturaleza aún dicta el ritmo del día. Aquí, el lujo es la vida misma en estado puro.

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Cascadas y aguas termales
Tras la caminata y el asombro, el cuerpo pide calma, y Tacaná responde con sus secretos mejor guardados: cascadas escondidas y manantiales termales que brotan de la tierra como suspiros calientes. Entre los 1,500 y 2,100 metros de altitud, nacen aguas que fluyen entre rocas y selvas, con temperaturas que oscilan entre los 40 y 55 °C. Son perfectas para sumergirse, descansar y dejarse abrazar por la montaña.
En los alrededores también se encuentran maravillas como las cascadas Toquián y Las Nubes, accesibles a través de senderos que serpentean entre árboles centenarios. El sonido del agua cayendo entre las piedras, el frescor de la niebla tropical y la luz filtrada por el follaje crean una atmósfera mágica.
Estos rincones naturales invitan a una pausa profunda, a entregarse al momento y sentir cómo el cuerpo se equilibra con el entorno. Son regalos del volcán, nacidos del calor que aún respira bajo sus entrañas. Aquí, el agua no solo limpia: renueva.


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Café, conservación y esperanza en el Tacaná
La magia del Tacaná también brota de la tierra: café, cacao, banano morado… productos cultivados con amor por familias que respetan los ritmos de la naturaleza. En sus tierras fértiles crecen granos de café bajo sombra de árboles nativos, promoviendo agricultura sostenible que protege la biodiversidad. Un sorbo de este café no solo sabe a montaña, también sabe a resistencia y cuidado.
El volcán forma parte del Corredor Biológico Mesoamericano, un área clave para la conexión de especies y ecosistemas. Tras incendios forestales y amenazas ambientales, las comunidades han impulsado proyectos de reforestación, restauración ecológica y conservación activa, regenerando el bosque con sus propias manos.
Visitar el Tacaná es descubrir esta historia de esfuerzo colectivo. Es caminar entre cafetales, conocer las fincas familiares, y entender cómo el desarrollo puede ir de la mano con el respeto a la tierra. Aquí, cada árbol plantado, cada parcela cuidada, es un gesto de amor por el futuro.
Entre aromas de café tostado y el canto lejano del quetzal, el Tacaná nos recuerda que la verdadera riqueza está en lo que se cuida, se comparte y se siembra con el alma.


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¿Dónde dormir?
Casa Morayma
Casa Morayma, un refugio acogedor al pie del imponente volcán Tacaná, te recibe en Unión Juárez, Chiapas, justo en la frontera con Guatemala. Este pequeño hotel, con siete habitaciones que llevan nombres de montañas emblemáticas como el Kilimanjaro, combina confort y estilo en un ambiente cálido, adornado con plantas locales y fotografías que cuentan historias de la región.
Desde su terraza, las vistas al volcán y al pintoresco pueblo invitan a soñar y a conectar con la naturaleza que abraza este lugar mágico. Morayma, la anfitriona, te acoge con una hospitalidad sincera, compartiendo su cariño y sabiduría sobre las tradiciones y secretos de la zona, haciendo que cada estancia se sienta como en casa.
Casa Morayma es el punto ideal para quienes se preparan a conquistar la cima del Tacaná, ofreciendo un espacio seguro y cómodo para descansar y dejar el equipaje antes de la aventura. Los viajeros destacan su limpieza, la calidez del trato y la ubicación perfecta para explorar este rincón lleno de vida.
Además, cerca del hotel, un restaurante con sabores locales deleita el paladar con platillos caseros que nutren cuerpo y alma. Ya sea para iniciar la travesía, para descansar o para sumergirse en la cultura chiapaneca, Casa Morayma es ese rincón donde el corazón de la montaña late fuerte y te invita a vivir la experiencia en plena armonía con el entorno.



¿Cómo llegar?
El majestuoso Volcán Tacaná, que se alza imponente en la frontera entre Chiapas y Guatemala, es un destino que invita a la aventura y al encuentro con la naturaleza más pura. Para llegar desde México, el punto de partida ideal es Tapachula, en el sureste chiapaneco. Desde ahí, puedes tomar transporte público o privado hacia Unión Juárez, un pequeño municipio ubicado a solo 10 kilómetros del volcán.
El camino en vehículo dura cerca de 50 minutos, mientras que el transporte público puede tardar entre una hora y media a dos horas. Una vez en Unión Juárez, se abren dos rutas principales para comenzar el ascenso al coloso:
Ruta Chiquihuite: Desde Unión Juárez, puedes trasladarte al cantón Chiquihuite y desde ahí emprender la caminata hacia la cima. Esta travesía dura entre 6 y 8 horas, dependiendo del ritmo y las condiciones del terreno. En este sendero, la naturaleza despliega su magia en cada paso, con paisajes que enamoran y desafíos que despiertan el espíritu.
Ruta Talquian: Este camino inicia en el puente Talismán, pasando por Cacahoatán y Unión Juárez, hasta llegar a la línea fronteriza con Guatemala, donde comienza la subida. Es un recorrido famoso por su belleza escénica y la diversidad ecológica que se despliega ante los ojos del caminante.
Para vivir esta experiencia plenamente, es altamente recomendable contratar un guía local, quien conoce cada rincón y puede acompañarte con seguridad, ya que la señalización es escasa y el terreno exigente. No olvides llevar ropa térmica, calzado adecuado, agua, alimentos energéticos y un mapa o GPS para navegar con confianza.
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