Ubicado al sur del municipio de San Román, en un valle rodeado de montañas, se encuentra Cueva del Toro, un pueblo pequeño pero con un corazón enorme. Fundado hace más de 200 años por familias campesinas que llegaron en busca de tierras fértiles y agua abundante, este rincón serrano ha crecido entre leyendas, trabajo y tradiciones.
Los primeros pobladores aprovecharon los manantiales que nacen de las cuevas cercanas y construyeron sus casas con piedra y adobe, al estilo tradicional. Con el tiempo, formaron una comunidad unida por la agricultura, la ganadería y la fe. Las festividades religiosas, los mercados comunitarios y los domingos de plaza son parte esencial de la vida cotidiana.
Hoy, Cueva del Toro de San Román conserva ese encanto rural que enamora a todo visitante. Sus calles empedradas, sus tejados rojizos, el olor a pan recién horneado y la hospitalidad de su gente hacen del lugar un destino ideal para quienes buscan desconectarse del ruido y reconectar con la tierra.
Pero lo que verdaderamente distingue a este pueblo es la leyenda que le da nombre… y que aún se cuenta con respeto y emoción entre jóvenes y ancianos.
El Misterio del Toro Encantado
En el corazón de Campeche, cuando la noche envuelve el Barrio de San Román, una atmósfera casi mágica, pero a la vez inquietante, se apodera de sus calles.
Aquí, las viejas historias susurran una advertencia que, por siglos, ha mantenido a sus habitantes en vilo: nadie se atreve a caminar por esas calles pasadas las doce de la noche, a menos que la desesperación lo obligue.
Y es que, con la última campanada de medianoche, un sonido escalofriante resuena en el aire: la respiración de la bestia.
Se dice que un toro feroz, inmenso y corpulento, emerge de su guarida secreta, una cueva oculta, y se dirige con paso firme hacia los antiguos baluartes de la ciudad. Los guardianes de las murallas, a pesar de su valentía, son presa del pánico al verlo.
Disparan sus armas, pero las balas parecen desvanecerse antes de alcanzar a la criatura. Lejos de detenerlo, cada intento solo parece enfurecer más al toro, que embiste con una fuerza descomunal contra la muralla, haciendo temblar la tierra.
Luego, sigue su camino imparable hacia el centro de la ciudad, dejando a su paso una estela de horror. Antes del amanecer, la criatura regresa a su cueva, dejando a los habitantes con el corazón en un puño.

ganaderiatorosdesanroman – Instagram – Foto
Un Amor Peligroso – Cueva del Toro
Pero la leyenda no es solo sobre el terror. Tiene un giro romántico, aunque muy oscuro. Durante su recorrido nocturno, el toro llegaba a un cruce de calles en forma de cruz en el centro de la ciudad.
Allí, su rugido se hacía más fuerte, resonando por todo el lugar, mientras rasgaba la tierra con sus patas. Y en ese preciso momento, algo extraordinario y aterrador ocurría: el toro se transformaba. De la imponente bestia surgía un apuesto caballero encantado, con una mirada profunda que cautivaba y una presencia irresistible.
Este misterioso galán se dirigía entonces a la casa de alguna bella dama del lugar. No usaba la fuerza; simplemente la hechizaba con su presencia, sus palabras dulces y la promesa de un amor de ensueño.
La cautivaba, la enamoraba, y la citaba para la medianoche del día siguiente, justo en la entrada de su cueva. Al amanecer, las mujeres que habían sido visitadas por el enigmático caballero se despertaban como en un sueño, convencidas de haber encontrado a su príncipe azul. Pero la realidad era mucho más cruel que cualquier fantasía.
La Última Venganza
Al caer la noche, muchas de estas jóvenes, llenas de esperanza y sin sospechar el destino que les esperaba, se preparaban para cumplir la cita. Se dirigían hacia la misteriosa cueva, con el corazón palpitante.
Pero al llegar, la ilusión se desvanecía en la oscuridad. El toro, ya en su forma humana, las abrazaba. Sin embargo, no era un abrazo de amor, sino uno que las arrastraba hacia lo más profundo de la oscuridad de la cueva, un lugar del que nunca regresaban. Se perdían para siempre en ese abismo, víctimas de un amor que era, en verdad, una trampa mortal.
Cansados del terror que sembraba la bestia y de la desaparición de sus seres queridos, los valientes habitantes de Campeche decidieron actuar. En un intento desesperado por acabar con él, desviaron las corrientes de agua de las lluvias hacia la cueva, con la esperanza de ahogarlo. Pero esta estrategia resultó inútil; al poco tiempo, el toro reapareció, tan imponente como siempre, y con una nueva víctima a su lado.
Los campechanos, protegidos con cruces y talismanes, intentaron atacarlo directamente, pero ni las armas ni los objetos sagrados lograban hacerle daño. En un acto final de venganza pura, el toro, armado con un cuchillo, arrancó el corazón de uno de sus atacantes. Después de este macabro gesto, la bestia, en un último giro de la leyenda, se transformó. No en un caballero, sino en un frondoso árbol de mamey.

ganaderiatorosdesanroman – Instagram – Foto
El Testigo Silencioso – Cueva del Toro
Este árbol, no es un árbol cualquiera. Se dice que todavía se puede ver en la entrada de la Cueva del Toro, en el Barrio de San Román. Es un testigo silencioso, un monumento viviente a la leyenda que ha perdurado a través de los siglos.
La leyenda, que se niega a ser olvidada, asegura que en las noches más oscuras, cuando la luna se esconde y el viento sopla gélido por las calles de San Román, aún se puede escuchar el rugir del toro en las cercanías de la cueva. Es un recordatorio del misterio y el terror que siempre acompañarán a esta antigua historia.
“Y recuerda, si visitas San Román, no solo estás pisando calles antiguas, estás caminando entre susurros de siglos. Deja que las leyendas te acompañen, no con miedo, sino con asombro. Porque en Campeche, la cultura se siente… y también se escucha.”
Para conocer más de México, lee nuestra revista mensual y suscríbete a nuestro canal de YouTube:
https://www.youtube.com/watch?v=ZgqZffxMeMM&t=2s






