El windsurf es un deporte acuático que combina la emoción de deslizarse sobre el agua con la fuerza del viento. A simple vista puede parecer complejo, pero en esencia se trata de mantenerse de pie sobre una tabla mientras se controla una vela que impulsa el movimiento. No hay motor, no hay remos: todo depende del viento, del equilibrio y de la conexión entre la persona y el entorno.
La tabla de windsurf es más grande y estable que una de surf tradicional, lo que permite mayor control, sobre todo para quienes están comenzando. En el centro se coloca un mástil al que va sujeta la vela, que se puede mover libremente gracias a una articulación especial. Esto permite dirigir el rumbo, ganar velocidad o frenar según la posición del cuerpo y la forma en que se aprovecha el viento.

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Uno de los grandes atractivos del windsurf es su versatilidad. Puede practicarse en el mar, lagos o lagunas, siempre que haya viento suficiente. Además, existen diferentes estilos: desde el windsurf recreativo y relajado, ideal para principiantes, hasta modalidades más intensas como el freestyle, las olas o la velocidad, pensadas para personas con mayor experiencia.
Más allá de lo deportivo, el windsurf ofrece una experiencia muy especial. Obliga a estar presente, a leer el viento, a sentir el agua y a reaccionar constantemente. Cada sesión es distinta, porque el clima nunca es igual. También es una actividad que fortalece el cuerpo sin que se sienta como una rutina pesada: trabaja piernas, brazos, espalda y abdomen de forma natural.
El windsurf no es solo deslizarse sobre el agua; es aprender a convivir con el viento, aceptar sus cambios y disfrutar la sensación de libertad que se siente cuando todo fluye y la tabla avanza casi sin esfuerzo.

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¿Qué tomar en cuenta antes de practicar windsurf?
Practicar windsurf puede ser una experiencia increíble si se hace de forma consciente y bien preparada. Aunque es un deporte accesible, seguir algunas recomendaciones básicas ayuda a disfrutarlo más, avanzar con seguridad y evitar frustraciones, sobre todo en las primeras sesiones.
Lo primero es elegir el equipo adecuado. Para quienes inician, lo ideal es usar una tabla grande y estable, con buena flotación. Esto facilita mantener el equilibrio y concentrarse en aprender a manejar la vela sin estar cayendo constantemente. La vela también debe ser ligera y de tamaño moderado, ya que una muy grande puede resultar difícil de controlar. Usar equipo acorde al nivel marca una gran diferencia desde el primer día.

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Otro punto clave es aprender con condiciones de viento suaves. El viento moderado permite practicar maniobras básicas sin sentirse rebasado. Los días con ráfagas fuertes o viento cambiante pueden ser emocionantes para personas con experiencia, pero para principiantes suelen ser complicados y poco seguros. Siempre conviene revisar el pronóstico del clima antes de entrar al agua y observar cómo se comporta el viento en la zona.
Tomar clases con un instructor certificado es una de las mejores decisiones. Un buen instructor no solo enseña la técnica correcta, también ayuda a entender cómo leer el viento, cómo colocarse sobre la tabla y cómo reaccionar ante situaciones comunes. Esto acelera el aprendizaje y reduce el riesgo de accidentes. Además, evita que se formen malos hábitos difíciles de corregir después.

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¿Qué más?
La seguridad nunca debe tomarse a la ligera. Usar chaleco salvavidas o ayuda de flotación es altamente recomendable, especialmente al inicio. También es importante llevar un arnés cuando el nivel lo permita, ya que ayuda a descansar los brazos y mejora el control. No está de más usar traje de neopreno si el agua es fría, así como protección solar, gorra o lycra para evitar quemaduras.
Conocer el lugar donde se practica es fundamental. Hay que identificar corrientes, zonas poco profundas, rocas o áreas donde navegan embarcaciones. Respetar las reglas locales y mantener distancia con otras personas en el agua ayuda a prevenir choques. Entrar al agua desde zonas designadas y avisar a alguien en tierra también suma tranquilidad.

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La postura del cuerpo influye mucho en el progreso. Mantener las rodillas ligeramente flexionadas, la espalda recta y la mirada al frente permite mayor estabilidad. Es normal cansarse al principio, por lo que hacer pausas y escuchar al cuerpo es parte del proceso. El windsurf no se trata de fuerza, sino de técnica y equilibrio.
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Para cerrar
La paciencia es una aliada indispensable. Habrá caídas, días en los que nada sale bien y otros en los que todo parece fluir. Cada sesión enseña algo nuevo, incluso cuando parece que no hubo avance. Disfrutar el proceso y no compararse con otras personas hace que la experiencia sea mucho más gratificante.
Finalmente, practicar con respeto por la naturaleza es esencial. Cuidar el entorno, no dejar basura y valorar el viento y el agua como aliados convierte al windsurf en algo más que un deporte. Es una forma de conexión con el entorno, donde cada recomendación aplicada se traduce en mayor disfrute, confianza y libertad sobre la tabla.

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¿Dónde practicar windsurf en México?
México cuenta con escenarios naturales ideales para practicar windsurf, gracias a sus costas extensas, lagos y vientos constantes en distintas épocas del año. Desde el norte hasta el centro del país, hay destinos que ofrecen condiciones perfectas tanto para principiantes como para personas con mayor experiencia.
Uno de los lugares más reconocidos es La Ventana, en Baja California Sur. Ubicada cerca de La Paz, esta zona es famosa por sus vientos regulares, especialmente durante los meses de invierno. Sus aguas suelen ser tranquilas, lo que permite practicar con mayor control, además de disfrutar paisajes abiertos y un ambiente relajado enfocado en los deportes de viento.

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Muy cerca se encuentra Los Barriles, otro punto destacado en Baja California Sur. Este pequeño pueblo costero es muy popular entre windsurfistas por la intensidad y constancia del viento en temporada alta.
En el Caribe mexicano, Cozumel también se ha ganado un lugar especial. Algunas de sus playas ofrecen viento constante y zonas de poca profundidad, lo que facilita el aprendizaje. Además, el color del agua y la claridad del entorno hacen que cada sesión sea visualmente espectacular.
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En el Pacífico, Cuyutlán, en Colima, es una opción interesante para quienes buscan condiciones más retadoras. Dependiendo de la temporada, combina viento con oleaje, lo que atrae a windsurfistas que disfrutan un estilo más intenso y dinámico.
Para quienes prefieren practicar en agua dulce, Valle de Bravo, en el Estado de México, es una excelente alternativa. Su lago recibe vientos constantes, ideales para aprender y perfeccionar técnica en un entorno controlado.
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