Oaxaca se ha convertido en uno de los destinos más completos y queridos de México, un estado donde la vida cotidiana está profundamente ligada a la tradición, la naturaleza y una identidad cultural que se siente desde el primer encuentro. Para muchos viajeros, llegar a Oaxaca es descubrir un ritmo distinto, uno donde las comunidades mantienen vivas sus costumbres, la gastronomía conserva una fuerza única y las celebraciones revelan un orgullo que se transmite sin esfuerzo.
En las instalaciones del Hotel Camino Real, funcionarios del estado de Oaxaca promocionaron los atractivos más representativos del estado, de los cuales, uno de ellos es la capital, Oaxaca de Juárez, el punto de partida natural para quienes visitan el estado. Sus calles empedradas, llenas de casonas antiguas, talleres artesanales y templos coloniales, invitan a recorrerla sin prisa. Caminar por el andador turístico o por los alrededores del Templo de Santo Domingo permite asomarse a una ciudad que respira historia.
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Los mercados, especialmente el 20 de Noviembre y el Benito Juárez, son una ventana clara a la vida local: ahí se prueba el tasajo recién asado, las tlayudas crujientes, el chocolate con agua y los panes tradicionales que acompañan cualquier mañana oaxaqueña.
Desde la capital también se llega a Monte Albán, una de las zonas arqueológicas más importantes del país. Sus edificios, levantados por zapotecas y retomados después por los mixtecos, dominan el valle desde lo alto. El paisaje que se observa desde sus plazas y pirámides deja claro por qué este sitio ha marcado la historia de la región.
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¿Qué más encontrar en Oaxaca?
Oaxaca también presume varios Pueblos Mágicos que muestran diferentes rostros de su cultura. Capulálpam de Méndez, rodeado de bosques y niebla, es perfecto para quien busca tranquilidad y contacto con la naturaleza. Sus habitantes han desarrollado un modelo comunitario que cuida los recursos sin perder sus tradiciones. Mitla, por su parte, sorprende con sus grecas prehispánicas, un trabajo en piedra tan detallado que sigue llamando la atención de arqueólogos y viajeros. Mazunte, en la costa, mezcla su ambiente relajado con proyectos dedicados al cuidado de la vida marina, mientras que San Pedro y San Pablo Teposcolula destaca por su arquitectura virreinal y por el ambiente pausado típico de la Mixteca.
Las playas de Oaxaca han hecho que el estado aparezca constantemente en listas de destinos imperdibles. Huatulco, con sus nueve bahías y sus aguas tranquilas, ofrece hoteles, actividades acuáticas y una infraestructura que permite combinar descanso con aventura. Puerto Escondido, en cambio, tiene un ambiente más libre y juvenil.
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Sus olas en Zicatela convocan a surfistas profesionales, mientras que Carrizalillo y Manzanillo atraen a quienes buscan un espacio más calmado. Mazunte y Zipolite guardan un estilo más rústico y bohemio; en estas playas se respira un ritmo distinto, ideal para desconectarse y caminar al borde del mar sin prisa.
La gastronomía es, para muchos, el corazón de la experiencia turística en Oaxaca. Los moles —negro, rojo, verde, coloradito, almendrado y más— cuentan historias de ingredientes locales y recetas transmitidas durante generaciones.
Gastronomía y festividades
El quesillo, que se deshebra con facilidad; los tamales envueltos en hoja de plátano; los chapulines tostados y el pan de yema son parte de ese universo culinario que se disfruta tanto en mercados como en restaurantes que reinterpretan los sabores tradicionales. El mezcal merece mención aparte: visitar una fábrica o palenque permite entender el proceso artesanal que hay detrás de cada botella, desde el cultivo del maguey hasta la destilación.
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Las festividades son pieza clave del atractivo del estado. La Guelaguetza, celebrada cada julio en el Cerro del Fortín, reúne a delegaciones de todas las regiones para compartir música, danzas y vestimenta tradicional. Es una expresión auténtica del sentido comunitario oaxaqueño.
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En diciembre, la Noche de Rábanos transforma el Zócalo en una exposición efímera donde artesanos tallan figuras sorprendentes en rábanos gigantes, una tradición que ha crecido con el tiempo y que atrae a visitantes de todas partes. A lo largo del año también se celebran mayordomías, carnavales, rituales agrícolas y mercados festivos que permiten ver cómo la vida comunitaria sigue siendo parte esencial de la identidad del estado.
Oaxaca es un destino que mezcla lo ancestral con lo contemporáneo. Su gente, su diversidad cultural y sus paisajes —que van de montañas a playas y valles— hacen que cada viaje se sienta diferente. Es un lugar que invita a volver, no solo por lo que ofrece, sino por la manera en que conecta a quien lo visita con su historia viva.
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