Janal Pixán: la comida de las almas en Yucatán
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Janal Pixán: la comida de las almas en Yucatán

Janal Pixán, en Yucatán, une vivos y muertos con altares, comida y recuerdos, celebrando la tradición maya donde la muerte es visita y memoria sagrada

Por: México Ruta Mágica Publicado: 06/10/2025


Janal Pixán: la comida de las almas en Yucatán

Cuando el cielo de finales de octubre se pinta de tonos ocres y el aire se llena del aroma dulce de los cítricos maduros, Yucatán se alista para un encuentro con lo invisible. No es solo una celebración: es Janal Pixán, la “comida de las ánimas”, la tradición maya donde vivos y muertos se acercan a través de aromas, sabores y recuerdos.

Janal Pixán significa “comida de las almas” en maya yucateco (janal = comida, pixán = alma).

Para los mayas, la muerte no es el final, sino un paso más. Durante estos días, los pixanes (espíritus de los difuntos) regresan al mundo de los vivos para compartir mesa, oraciones y memorias con sus familias.

Los altares –llamados paaltas en algunos pueblos– se preparan con cuidado: velas que guían el camino, agua para calmar la sed del alma, flores que celebran su regreso y comida tradicional, porque el amor también se ofrece caliente.

Tres días, tres mundos

El Janal Pixán se celebra del 31 de octubre al 2 de noviembre, y cada jornada tiene un significado propio:

31 de octubre: U hanal palal, dedicado a los niños que ya partieron. Altares alegres con manteles coloridos, juguetes, dulces, flores y ofrendas suaves para recibir a esas pequeñas almas que, según la tradición, llegan primero.

1° de noviembre: U hanal nucuch uinicoob, día para honrar a los adultos. Las mesas se vuelven más serias, con objetos que fueron importantes para ellos: ropa, herramientas, comidas favoritas y velas que iluminan el camino hacia el altar.

2 de noviembre: U hanal pixanoob, o “misa pixán”, para todas las almas. Se visitan panteones, se hacen ceremonias, rezos y reuniones familiares; los altares se amplían y se vive el recogimiento.

Sabores que cuentan historias

Entre los platillos que evocan memorias está el mucbipollo (o pib), un tamal enorme que se cocina bajo tierra. Prepararlo es un ritual: se amasa, se rellena con carne de cerdo o pollo y especias, se envuelve en hojas de plátano, se entierra en un horno de tierra y se deja cocinar lentamente hasta convertirse en ofrenda.

Otros elementos del altar maya incluyen: atole, frutas de temporada como naranjas y mandarinas, jícamas, dulces de papaya y coco, ramas de ruda, fotos de los difuntos, agua fresca, velas e incienso. Cada objeto tiene un sentido: el agua calma la sed del pixán, el fuego ilumina su camino y los aromas traen recuerdos.

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Dato curioso: ochavario y continuidad espiritual

Aunque los días principales son los más conocidos, en muchas comunidades mayas la tradición no termina el 2 de noviembre. Existen rituales complementarios como el “ochavario” o “bix”, ocho días después. Es una despedida final para los pixanes, con oración, respeto y ofrendas modestas, como tamales y pib.

Leyenda: el hombre que no creía

Se cuenta que en una comunidad tranquila, rodeada de huertos y gallinas, todos preparaban sus altares en el Día de los Muertos, pero un hombre dudaba: “¿Para qué?”, decía, “los muertos ya no están”.

Esa noche decidió quedarse despierto para comprobarlo. Esperó… y cuando la luna estaba alta, sintió pasos suaves, susurros, el aroma del mucbipollo, risas infantiles y un canto lejano en maya. No vio a nadie, pero percibió la presencia. Desde entonces, según su nieta, ya no duda: cada 2 de noviembre recuerda que lo invisible también ama.

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