El Río Balsas es uno de los más importantes de México, con más de 900 km de longitud y una cuenca que abarca estados como Puebla, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Morelos. Su curso atraviesa una variedad de ecosistemas, desde selvas bajas caducifolias hasta bosques de encino, albergando una gran biodiversidad. En su cuenca se han identificado más de 4,400 especies vegetales y una fauna variada que incluye jaguares, ocelotes, aves endémicas y peces únicos como el chorumo del Balsas.
Además de su riqueza natural, el río es vital para la economía regional. Se utiliza ampliamente en la agricultura, principalmente para el riego de cultivos como maíz, caña de azúcar, frutas y hortalizas. También impulsa actividades como la pesca artesanal y la generación de energía hidroeléctrica, gracias a presas como El Infiernillo y La Villita.
Culturalmente, ha sido fuente de vida para pueblos originarios como los purépechas y nahuas. Actualmente, se desarrollan proyectos de restauración y manejo sostenible de la cuenca, con apoyo de organismos nacionales e internacionales.
El Río Balsas es un eje esencial para el equilibrio ecológico, económico y social del centro-sur de México, cuya conservación es clave para el bienestar de las comunidades que dependen de él.
¿Qué hacer?
Mirador del Puente Mezcala Solidaridad
Uno de los puntos más impresionantes del Río Balsas se encuentra junto a la Autopista del Sol: el mirador del puente Mezcala Solidaridad. Desde este sitio se contempla la grandiosidad del río descendiendo entre montañas y colinas, al pie de una de las obras de ingeniería más asombrosas de México.
El puente, con más de 900 metros de largo y más de 150 metros de altura, parece flotar sobre el cañón, uniendo cerros y atravesando el cielo.
El contraste entre el río natural y la estructura moderna genera una imagen inolvidable, ideal para tomarse una pausa, tomar fotos o simplemente admirar el paisaje.
Es una parada recomendada para viajeros que cruzan entre Morelos y Guerrero, pues desde ahí se ve cómo el Balsas serpentea hacia la sierra. El aire es fresco, el silencio del entorno solo es interrumpido por aves y el leve zumbido del viento.
Hay bancas, sombra y a veces vendedores locales con frutas o bebidas. Todo el lugar invita a respirar profundo y reconectar con la naturaleza. Ver el río desde esta altura te hace comprender su escala: es un coloso de agua y vida que ha moldeado el paisaje por siglos.


fundarqmx - Instagram - Fotos

Paseo en lancha desde Nuevo Balsas a la presa El Caracol
Si alguna vez soñaste con navegar entre cañones y montañas, el recorrido en lancha desde Nuevo Balsas hasta la presa El Caracol es justo eso. El viaje inicia en este pequeño poblado ribereño del municipio de Cocula, Guerrero, donde lancheros locales ofrecen paseos a través del Balsas.
El trayecto toma alrededor de 40 minutos, cruzando paisajes sorprendentes, con paredes de piedra que se elevan como murallas naturales. La sierra Santa Elena enmarca el recorrido, y el agua cambia de color según el sol: a veces es turquesa, a veces verde oscuro.
En el camino puedes visitar la Cueva del Soldado, con restos de pinturas rupestres, y escuchar historias contadas por los guías.
Si el clima lo permite, muchos se lanzan al agua para nadar o simplemente refrescarse. Al final, se llega a un punto donde se sirve pescado fresco, capturado ahí mismo y cocinado al momento. El precio del paseo en lancha oscila los $100 a $500 pesos por hora según el tamaño de la lancha y los servicios incluidos.

Foto – Flickr
Procesión de San Cristóbal
Cada 5 de enero, las aguas del río Mezcala —afluente del Balsas— se llenan de color, música y devoción. Las comunidades de Tlamamacan y Mezcala organizan una procesión en honor a San Cristóbal, santo patrono de los pescadores.
Todo inicia temprano, con una misa en tierra firme, donde se bendicen las lanchas adornadas con flores, banderines y velas. Luego, las embarcaciones parten río abajo, en fila, entre rezos, cantos y aplausos.
El aire huele a copal, a tamales y a río. Las familias llevan imágenes del santo, mientras los pescadores piden por abundante pesca y protección. Aunque esta tradición es reciente —menos de diez años— ha crecido con fuerza. Más que una fiesta religiosa, es un acto de identidad comunitaria.
Al final del recorrido, las familias se reúnen a la orilla del río para compartir comida, música y palabras de esperanza. El agua se convierte en altar y en camino, uniendo espiritualidad y naturaleza. Es una experiencia conmovedora, donde la fe flota entre cañones y refleja en el agua la fuerza de la comunidad. Ver el Balsas como escenario de devoción es recordarnos que también es hogar, vínculo y raíz.
Biodiversidad del Balsas
Más allá de su fuerza hídrica, el Río Balsas es un ecosistema vibrante. Entre sus márgenes y aguas habita una biodiversidad extraordinaria, con especies endémicas que solo existen aquí. Caracoles de agujas, acociles, anguilas y peces de río nadan entre juncos y piedras, mientras aves como tucanes, garzas y colibríes sobrevuelan la vegetación.
En algunos tramos, incluso es posible encontrar ajolotes, nutrias o, en épocas pasadas, manatíes, especies en peligro que todavía luchan por sobrevivir en este entorno.
El río es paso y refugio para muchas aves migratorias, que cada año lo eligen como estación de descanso. Sin embargo, esta riqueza natural enfrenta amenazas: la contaminación por residuos, la tala descontrolada, la minería y la pesca sin regulación.
Cada año, la presión humana aumenta. Aun así, la vida se aferra al cauce. Proteger la biodiversidad del Balsas es cuidar un pulmón natural que equilibra climas, sostiene cultivos y alimenta comunidades. Recorrer sus orillas, observar sus aves o escuchar los insectos al atardecer nos recuerda que no estamos solos. El río respira, y con él respira un mundo entero de seres que también merecen existir. Conservarlo es un acto de justicia y futuro.



Cuenca del Balsas
La cuenca del Río Balsas no es solo un mapa de agua: es una arteria agrícola que alimenta miles de hogares.
A lo largo de su cauce, que atraviesa estados como Guerrero, Michoacán, Puebla, Oaxaca y Morelos, se extienden terrenos fértiles donde se cultiva maíz, frijol, café, caña de azúcar, frutas tropicales y hortalizas. La diversidad de altitudes y microclimas crea una riqueza agrícola que pocas regiones igualan.
Desde plantíos en terrazas hasta campos llanos irrigados con canales del río, todo el paisaje está conectado a su caudal. Esta actividad no solo produce alimentos: genera empleos, mueve mercados locales y sostiene comunidades rurales enteras.
El agua del Balsas riega, nutre, y también modela el calendario agrícola. Además, es común ver a campesinos aprovechar técnicas ancestrales combinadas con innovaciones actuales, cuidando tanto el rendimiento como el equilibrio del suelo.
Sin el río, todo esto se desmoronaría. Su valor va más allá de lo económico: es social, cultural y ecológico. Cuidar la cuenca es proteger la base de una forma de vida. Porque si el Balsas se agota, también lo hace la posibilidad de seguir sembrando futuro en sus márgenes.
¿Cómo llegar?
Llegar al río Balsas depende del tramo que desees visitar, ya que atraviesa varios estados del país, pero uno de los accesos más populares es por Guerrero, especialmente en la región de Tierra Caliente. Para llegar desde la Ciudad de México, puedes tomar la Autopista del Sol (México–Acapulco) hasta Iguala, y de ahí seguir hacia Ciudad Altamirano por la carretera federal 95D y luego la 134. Este trayecto toma entre 6 y 7 horas en auto.






