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El Callejón del Muerto, una leyenda de Puebla

Una cruz que aún existe en el lugar es testimonio de los hechos que dieron origen a este relato

Por: México Ruta Mágica Publicado: 30/10/2020


El Callejón del Muerto, una leyenda de Puebla

Foto: Juan Salcedo / México Ruta Mágica | Maquillaje y modelo: Alex Huga

Doña Simonita era la partera más renombrada del rumbo de Analco en la Puebla del año 1875 y en una madrugada de lluvia y neblina, a ella buscaba Don Anastasio Priego, un hombre acaudalado, propietario del Mesón de Priego.

En las primeras horas de aquel día, su esposa, Doña Juliana Domínguez, comenzó a sentir los dolores del parto y, presuroso, Don Anastasio salió de su casa sin pedir a alguno de sus sirvientes que le acompañara.

Cuando pasaba por el antiguo Callejón de Yllescas (hoy 12 Oriente, entre 3 y 5 Poniente), un maleante le salió al paso y, espada en mano, le pidió que le entregara todo el oro que llevara consigo, sin saber que su supuesta víctima era un consumado esgrimista.

Más tardó el infortunado ladrón en terminar su amenaza que Don Anastasio en ponerse a distancia con un salto y, al mismo tiempo, desenfundar su toledana para contraatacar y en un veloz movimiento, atravesar el corazón de su oponente.

Como si nada hubiera ocurrido, Don Anastasio continuó su camino en busca de Doña Simonita, con quien regresó apresuradamente a su casa, pero ya no pasó por el callejón, sino que tomó otro camino atravesando el Puente de Ovando.

La partera llegó justo a tiempo para auxiliar a Doña Juliana en la labor de parto y recibir a dos hermosos y sanos gemelitos que, desde ese momento, se volvieron el orgullo de Don Anastasio y de su esposa.

Nacimiento de la leyenda del Callejón del Muerto

Una vez que Doña Simonita terminó su trabajo, el flamante padre saldó sus honorarios y se ofreció a acompañarle de regreso a su domicilio, pero esta vez, movido por la curiosidad, decidió pasar nuevamente por el callejón.

El cadáver del hombre que intentó asaltarlo aún estaba allí, en medio de un charco de sangre y un mar de gente que rumoraba y comenzaba a armar conjeturas. Posteriormente, hubo quienes decían que, durante la madrugada, el alma del maleante penaba por ese lugar, que, por eso, comenzó a ser llamado el Callejón del Muerto.

Con la intención de que el espíritu del ladrón descansara en paz, los vecinos realizaron misas en su honor y uno de ellos, Don Marcelino Yllescas, incluso mandó a construir una cruz que aún puede verse en el muro de una de las viviendas del callejón.

Tiempo después, el padre Panchito, titular de la Parroquia del Santo Ángel Custodio, se disponía a cerrar el templo cuando un hombre se presentó ante él para solicitarle la confesión, a lo que el sacerdote accedió, invitándole a pasar al locutorio.

Después de recibir la absolución de sus pecados, el hombre, que se cree era el ladrón, desapareció ante la mirada atónita del religioso, quien al día siguiente amaneció con un terrible malestar y murió después de contarle lo ocurrido a su sacristán.

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