Iniciamos la semana con la intención de descubrir un destino casi oculto en la región central del estado de Puebla, un verdadero oasis -nos han dicho- en la acepción más estricta del término. Son las siete de la mañana y algunos minutos cuando, un tanto adormilados y con café en mano, partimos a la aventura.
Yo sólo sabía que nos dirigíamos al municipio de Huehuetlán El Grande, conocido como “La Puerta de la Mixteca Poblana”, y que para llegar ahí, había que rodear la presa Manuel Ávila Camacho -más conocida como presa de Valsequillo-, sin embargo, el camino nos deparaba algo que, sinceramente, no esperaba y me causó sorpresa.
Para recortar el tiempo de recorrido cambiamos un poco la ruta y en lugar de rodear la presa, fuimos a San Baltazar Tetela para atravesar una sección del cuerpo de agua en “La Panga”, una especie de pequeño ferry con capacidad para entre ocho y diez vehículos, y que nos hizo ahorrar, por lo menos, media hora de camino. Está en servicio de 5:30 de la mañana a 10:30 de la noche y cobran 15 pesos por coche.
Caminata y recompensa
Después de atravesar la presa y algunos kilómetros de carretera, llegamos a San Agustín Ahuehuetla, localidad perteneciente a Huehuetlán El Grande donde se encuentra el paraíso que buscamos: sus cascadas, que también son conocidas como Cascada El Aguacate, por una comunidad que tiene ese nombre y que se encuentra antes de llegar al punto donde ahora nos encontramos.
Llegar a San Agustín Ahuehuetla es bastante fácil, ya que hay varios letreros que van indicándote el camino. Al llegar tendrás que pagar una cuota de recuperación de 20 pesos por persona y 30 por el aparcamiento de tu vehículo; luego, la gente del lugar te da instrucciones para llegar a las cascadas o puedes contratar un guía, generalmente niños del lugar.
Es momento de emprender el camino hacia las cascadas, no olvides llevar zapatos adecuados, de preferencia para senderismo; ropa ligera y una botella de agua, créeme, la necesitarás. Si llegas temprano, puedes evitar el inclemente sol, pero no por mucho tiempo, así que prepárate porque la caminata es bastante larga, de aproximadamente 40 minutos, aunque todo dependerá de la velocidad de tus pasos. Un aspecto a tomar en cuenta es que el camino es muy irregular, con tierra, lodo, agua, piedras lisas y riachuelos, por lo que abundan las zonas resbalosas, así que hay que caminar con mucho cuidado.
Si bien el sendero es complicado, también es una de las mejores partes de la visita, ya que regala maravillosas vistas, así que recuerda llevar tu cámara o tu teléfono con suficiente batería porque querrás hacer fotos de todo. En el recorrido encontrarás diferentes “tienditas” donde comprar alguna botana, refresco o agua; también hay baños con un costo de cinco pesos.
¡Por fin llegamos a las cascadas!, cuando estés aquí sabrás que, por apreciar su belleza y los tonos azules de sus pozas, el cansancio y el “baño de sol” bien valen la pena. A primera vista sólo podrás ver, completa, una de las cascadas y la parte alta de la segunda, pero si subes un poco por una pendiente con improvisados peldaños hechos con piedras, podrás contemplar el inicio de la caída del agua y disfrutar de su relajante sonido.
¡No pierdas la oportunidad de darte un buen chapuzón o tirarte al agua desde lo alto de las paredes de roca que flanquean a las pozas!, así que no olvides llevar contigo traje de baño y toalla para después de mojarte. Si no sabes nadar o no eres muy experto, debes tomar tus precauciones: procura utilizar un chaleco salvavidas, éstos te los pueden rentar en el lugar, no hay un costo fijo y sólo tienes que dar una cooperación voluntaria.
Recuerda que en estos lugares la profundidad del agua es muy variable y sólo puedes tener una idea de la misma por sus tonalidades: mientras más oscuro el color, mayor es la profundidad.
Disfrutar la frescura del agua es un verdadero alivio ante el abrasador calor de esta región del estado de Puebla, sobre todo después de la extenuante caminata -que puedes evitar, en parte, si alquilas un burro o un caballo por alrededor 100 pesos-. Es momento de recoger nuestras cosas, secarnos y caminar para regresar al vehículo, porque nuestro día aún no termina y es momento de visitar otro lugar.
Balneario Atotonilco
Después de recuperar energías, llegamos al Centro Recreativo Atotonilco, un balneario ubicado a aproximadamente a 30 minutos de las cascadas. El estacionamiento en este lugar es gratuito y el costo de ingreso, de 50 pesos por persona. También encontrarás varias tiendas donde podrás comprar salvavidas, trajes de baño, toallas y otros artículos para disfrutar al máximo el día. También hay pequeños puestos para comer o beber algo, o puedes llevar tus propios alimentos y usar alguna de las palapas del balneario.
El lugar cuenta con seis piscinas, además de una de agua termal, tres de ellas cuentan con toboganes y juegos para los niños pequeños y su profundidad, por supuesto, es adecuada para ellos. Cuando viajes no dejes de conocer los sitios que están cerca de ti, aprovecha los fines de semana, o días de asueto, y haz un viaje de ida y vuelta para descubrir nuevos lugares como los que conocimos en Huehuetlán El Grande.