Parece que fue ayer el 14 de febrero de 2016, cuando el Papa Francisco visitó Ecatepec en el Estado de México. Entonces, me encontraba a cargo de la Secretaría de Turismo Estatal y, por ende, tuve que coordinarme con mis amigos artesanos para la elaboración de los muebles que conformaron el altar para la histórica misa; estar a cargo de un tramo del trayecto de 9 kilómetros que recorrió el Papamóvil desde el helipuerto hasta el lugar de la misa; y de la llegada de miles de turistas nacionales y extranjeros.
A la misa, acudieron poco más de 400 mil personas y a las calles —para saludar al Papa ese día durante su recorrido— aproximadamente un millón y medio más de personas provenientes de estados vecinos y otros países.
Foto de Caleb Miller en Unsplash
Pero lo mismo fue en Ecatepec, Ciudad de México, Morelia, San Cristóbal de la Casas y Ciudad Juárez, en 2016, como sus visitas oficiales a muchos otros países durante su pontificado.
El Papa Francisco atraía gente de varios credos y nacionalidades, no solo por su investidura sino por su peculiar manera de dirigir a la Iglesia Católica —ganando adeptos y también detractores— y su indiscutible sentido del humor.
Fallecimiento del Papa Francisco
Por lo anterior, no me sorprendió que tras su lamentable fallecimiento el pasado 21 de abril, más de 250 mil fieles se dieran cita para despedirlo desde la Plaza de San Pedro, que se sumaron a las 150 mil personas que —entre prolongados aplausos— lo despidieron durante su recorrido hasta la Basílica de Santa María la Mayor el pasado sábado 26 de abril.
Foto de Clay Banks en Unsplash
Gente de diversas nacionalidades despidió al líder pontificio. Las redes sociales se inundaron de testimonios de personas que subían fotografías del momento y hasta controversiales selfies frente al féretro.
Le dio la vuelta al mundo la religiosa francesa de 82 años que ignoró el protocolo oficial para orar al pie de la caja austera de madera que resguardaba los restos de su amigo pontífice, así como los cientos de mexicanos que se dieron cita en el lugar, los más poderosos que acudieron al sepelio con los líderes mundiales, y hasta “los desheredados”, aquellos que el Papa siempre tuvo en el centro de su atención, es decir, personas transexuales, presos, mendigos y migrantes.
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Lo cierto es que, desde el día del fallecimiento de Jorge Mario Bergoglio, se incrementó significativamente la demanda de viajes a Roma, que se pudo apreciar en el incremento de arribo de vuelos, demanda de alojamientos y precios en general, generando una notable presión en el sector turístico y demostrando con ello que la fe mueve montañas y también a miles de turistas.
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